FERNANDEZ-MELO ET AL. REV NEUROL 2003; 37: 870-879
Es de especial interés para el neurocirujano tener claro las principales diferencias entre la hemorragia subaracnoidea aneurismática, la hemorragia hipertensiva y la resultante de las MAV. Generalmente, estas últimas tienen un curso clínico más favorable y, además, se cuenta con criterios más uniformes en cuanto al momento de su tratamiento. Las principales diferencias fisiopatológicas y clínicas son [9,14,25]:
1. El sangrado aneurismático es puramente arterial, mientras que las MAV sangran con mayor frecuencia en su porción venosa, por lo que la presión ejercida sobre las estructuras neurovasculares adyacentes es menor, de hecho, causan un daño menor.
2. Las MAV se ubican fundamentalmente en las regiones convexas del encéfalo, elemento topográfico que justifica la presencia de hemorragias corticosubcorticales; éstas se ubican donde la lesión e irritación de los vasos del polígono de Willis es improbable y, de hecho, hay menos probabilidades de vasoespasmo.
3. La hemorragia aneurismática se presenta a modo de cataclismo, mientras que en las MAV es más sutil, con instalación de cefalea y síntomas neurológicos progresivos; además, los pacientes son más jóvenes en el caso de las MAV, por lo que son más aptos para recuperarse del sangrado inicial (80-90%).
4. Aunque la tendencia a resangrar es similar para los dos grupos de malformaciones (4-5% para el primer año y 2-3% acumulativo para los años posteriores), la gravedad y las consecuencias
del sangrado de una MAV son evidentemente menores. La mortalidad inicial en el sangrado aneurismático es del 30-50%, y en las MAV, del 6-13%.
5. Existe una mayor complejidad en el manejo quirúrgico de las MAV, por lo que su tratamiento definitivo es electivo, y se reserva la cirugía urgente para los casos con hematomas intracraneales que pongan en riesgo la vida del paciente.